Los nervios son frágiles y pueden dañarse por presión, estiramiento o corte.
Las lesiones por presión o estiramiento pueden hacer que las fibras que transportan la información se rompan e impidan el funcionamiento del nervio, sin alterar la cubierta aislante. Cuando se corta un nervio, tanto el nervio como el aislante se rompen. La lesión de un nervio puede detener la transmisión de señales hacia y desde el cerebro, impidiendo que los músculos trabajen y causando la pérdida de sensibilidad en el área suministrada por ese nervio.
Cuando se rompen las fibras nerviosas, el extremo de la fibra más alejado del cerebro muere, mientras que el aislante permanece intacto, dejando vacíos los tubos que solían transportar las fibras nerviosas. El extremo que está más cerca del cerebro no muere, y después de algún tiempo puede comenzar a sanar. Si el aislante no se cortó, las fibras nerviosas pueden crecer por los tubos vacíos hasta alcanzar un músculo o un receptor sensorial. Si tanto el nervio como el aislante han sido cortados y el nervio no está fijo, las fibras nerviosas en crecimiento pueden crecer hasta convertirse en una bola al final del corte, formando una cicatriz nerviosa llamada “neuroma”. Un neuroma puede ser doloroso y causar una sensación eléctrica cuando se toca.